Miro el calendario que está colgado en la pared de mi derecha, 5 de octubre, Mafalda sonríe mientras monta en su bicicleta. La ventana abierta del despacho trae aire fresco. Hoy hace, en este preciso momento, 23 grados. Pienso, para esta época del año son temperaturas ciertamente altas y veo que en esta semana aún subirán.

 

Rebusco en las aplicaciones meteorológicas la esperanza de la lluvia, nada, ni rastro.

 

Las plantas que miran hacia la calle, desde mi ventana, pareciera que elevaran sus ojos pidiendo al unísono que llueva que nos riegue ese cacharro que llamamos regadera y que sea el cielo sin más.

 

Miro mi ropa de estar por casa, la ropa de teletrabajo, y sonrío satisfecho. Es ropa de hace algunos años y se conserva bien.

 

Desplego sobre la mesa los artículos que han ido llegando para la revista. 

 

El anhelo de una utopía que podemos hacer realidad reflejada en los cómics.

 

El artículo de cultura inclusiva y como construir redes.

 

La literatura en forma de versos para agitar consciencias.

 

El teatro que viste de personaje el cambio climático y sus consecuencias.

 

El vino que nos arraiga culturalmente a la tierra. Los productos ecológicos que hoy nombran el futuro.

 

La música para movernos con nuevas danzas para nuevas eras.

 

La distopía como la realidad más viva. Etc…..

 

Recuerdo cuando se me ocurrió como tema para un número de la revista y en gran modo, los culpables. El nombre de una editorial se escribe en mi entrecejo: Capitán Swing. Y un nombre propio como agitadora y dadora de significado, mi compañera de aventuras culturales y amiga dhakireña, Eva García Sempere

 

Este número ha tardado quizás más de lo esperado, pero es tan necesario, tan nuestro.

 

Pensaba dar datos, cifras que a veces nos hipnotizan o nos idiotizan, no sé realmente cual de los dos términos definen mejor las consecuencias. Pensaba soltar la documentación escudriñada pero no. Tan solo miro mis plantas, las que perecieron en este verano tan desértico y ya no están, las que aún sobrevivieron. Tan solo miro los libros que últimamente llenas mis horas, libros que abren esperanzas abriendo los ojos de par en par a lo provocado por nuestro día a día ególatra.

 

Tan solo puedo dar las gracias a tantas que dedican sus esfuerzos, sus latidos, a concienciar desde la cultura de que esto no es un problema del pasado ni tan solo del futuro si no que debemos responsabilizarnos en el ahora. Dar las gracias a cada persona que ha formado parte de esta revista. Y animaros a formar parte de ese cambio de paradigma. Espero que desde esta revista sirvamos para espolearos a ello.

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