CARTOGRAFÍA URGENTE (PARA LAS COPLAS DEL CARNAVAL DE CADIZ) Miguel Á. García Argüez

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CARTOGRAFÍA URGENTE

(PARA LAS COPLAS DEL CARNAVAL DE CADIZ)

 

Miguel Á. García Argüez

 

 

 

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Tracemos una somerísima cartografía sobre las coplas del Carnaval de Cádiz.

 

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O quizás sea, más apropiado cartografía, llamara estos apuntes simplemente como “esbozo evolutivo”, puesto que la manera tan superficial en la que nos vemos obligados a hacerlo en estas páginas nos pueda hacer pasar bien por cándido, bien por petulante. En cualquier caso, vamos allá.

 

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Atendiendo a la historia del carnaval de Cádiz y sus coplas, según las enseñanzas que se extraen de los trabajos de los investigadores que han abordado el asunto, se podría afirmar que nuestras agrupaciones carnavaleras vivieron un muy especial momento de intensidad evolutiva en esa etapa de singular efervescencia creativa que abarcaría desde las postrimerías del siglo XIX hasta el final de la II República, es decir, el primer tercio del siglo XX. La verdadera “Edad de Oro” en la que tomaron forma las coplas más o menos como hoy la podemos aún reconocer.

De mano de autores como Antonio Rodríguez, José Poce, Juan Sevillano, Manuel López o José Suarez , entre otros, las coplas comenzaron a tomar forma moderna y a evolucionar en un ambiente de solo relativa libertad y con cierta aceptación por parte de los poderes que nunca terminaban (ni aún terminan) de fiarse de ella.

Luego, como un hachazo brutal, la Guerra Civil y la posterior prohibición (y represión) tanto de la fiesta como de sus cantares vinieron a romper esa cadena evolutiva que pareció en gran parte difuminarse durante una década a pesar del clandestino esfuerzo popular por que las coplas, recordadas y trasmitidas oralmente por entre los resquicios de la prohibición, no se borrasen de la memoria colectiva. Sin embargo, aquel hachazo cortó tan de raíz el crecimiento del árbol, que llegó a alterar ya para siempre sus flores venideras. Cierto es que, a medida que la dictadura lo fue permitiendo, se comenzaron pronto a retomar tímidamente las coplas ya partir de la acomplejada recuperación de los primeros coros después de la fatídica “Explosión de Cádiz” de 1947 —aquel drama ciudadano que produjo el estallido accidental de un polvorín en los arrabales de la ciudad que, en cierto modo, propició el gesto gubernamental de “compensación” a la ciudad permitiendo aun de manera muy tímida y controlada el permiso para que sonaran de nuevo las coplas de carnaval al año siguiente— para, ya en las décadas posteriores, volverse a retomar las fiestas de carnaval, aunque al principio bajo denominaciones oficiales más eufemísticas (la palabra “carnaval” seguía prohibida en toda España y se rebautizaron como “Fiestas Típicas Gaditanas”). De esta manera, el renacimiento de sus coplas irá intensificándose hasta nuestros días, muy especialmente en torno al Concurso Oficial de Agrupaciones (COAC).

Sin embargo, la abrupta ruptura de aquel proceso evolutivo anterior a la guerra precipitó la pérdida y el olvido de importantes elementos por el camino, especialmente muchas variedades musicales que existían en los repertorios de las agrupaciones y que ahora ya no existen y se han extinguido. De esta manera, las formas de las coplas se estandarizaron en un catálogo formal más reducido hasta limitarse a, básicamente, los cuatro “formatos” que son los que hoy aceptamos como canónicos: pasodobles, tangos, cuplés y popurrí (la presentación tardaría aún en reaparecer con excelencia en el concurso y la parodia de la modalidad de cuarteto bien merece una cartografía aparte). Tenemos sobrada constancia, sin embargo, de la heterogeneidad de formatos musicales existentes con anterioridad a la guerra, a los que habría que sumar, además de otras variadas formas hoy extintas (rumbas, mazurcas, valses, habaneras, guajiras, polkas, foxtrots…), numerosas variantes aún pendientes de clasificar (pasodoble corto, tango largo, cuplé sentimental…). Todo eso desapareció. Podemos decir que hoy las coplas del carnaval de teatro y sus formas actuales no son en realidad más que lo que hemos conseguido reconstruir a partir de los escombros que quedaron de aquello que existió antes de la guerra, pues muchas de las formas y modalidades de coplas que se cantaban antes de ese hachazo histórico no se han vuelto a recuperar, hasta el momento. Se han perdido. Se han quedado ahí en el olvido.

 

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Frente a esto, y fíjense qué curioso, las coplas del llamado Carnaval de Calle, que son las que tendrá como protagonista las agrupaciones actualmente llamadas “callejeras” o “ilegales”, es decir, lo que hoy entendemos por el concepto moderno de callejera son las que está explorando nuevas formas para las coplas de carnaval, superando las establecidas normativamente en el COAC y, en algunos casos, incluso refractando las estandarizadas en el teatro, excepto, claro, el cuplé, que está revelándose como la forma más versátil, extendida y trasversal a todas las modalidades (incluso ya comienza a ser parte esencial en los repertorios callejeros de los romanceros). De esta manera, y por seguir con la alegoría, estas agrupaciones están propiciando que de entre esos escombros de lo perdido, surjan de una manera totalmente asilvestrada (es decir, no reglamentada) nuevas formas de coplas y otras variedades musicales. Así, en la calle, una chirigota ya no tiene que cantar exclusivamente pasodobles, popurrís o cuplés, sino que aparecen cada año en sus repertorios otras maneras nuevas.

Clasificarlas y sistematizarlas sería un trabajo tan necesario como apasionante. Una nueva cartografía estilística y conceptual que se hace necesaria como necesario es superar la concepción de las coplas a partir de los estrechos márgenes que la normativa que el Concurso Oficial de Agrupaciones del Falla.

 

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Pero eso sería, nunca mejor dicho, otro cantar.

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