FESTIVALES. RENOVARSE O MORIR DE ÉXITO. Carlos Sánchez

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Cuando me pidieron que escribiera un artículo sobre música pensé, bueno, la música es eso que siempre de una u otra manera me ha acompañado, y sobre lo que nunca he dejado de documentarme e investigar, así que tenía una nueva oportunidad de desempolvar mis ajados y macilentos legajos en los que llevo trabajando años, pero resulta que tenía que escribir sobre Festivales,… uff, qué pesadez, si ahora todo el mundo escribe sobre eso, y lo que es peor, cómo les decía yo a estos entusiastas editores que mi psicoterapeuta me prescribió eliminar esa maldita palabra de mi vocabulario, y aún más, que no asistiera a ningún festival sin mis ansiolíticos, al menos hasta que hubiera dejado de salirme sarpullido al ponerme una pulsera festivalera.

Pero la cabra tira al monte y aquí estoy, medicado y sin rencor, para contar algo de lo que está pasando en este proceloso e inextricable universo de los festivales que está tan de actualidad en todo el mundo, y que incluso en España está tomando tintes de burbuja al modo del ladrillo -la tierra de los mil festivales como refiere mi profe Vidal Romero-, ya que los promotores parecen tener convencidos a los ayuntamientos de que estos eventos ponen a sus ciudades en el mapa, ayudan a difundir sus bondades culturales e históricas a través de los medios de comunicación de masas, y contribuyen de forma efectiva a la atracción de visitantes, dejando un impacto económico en la zona muy relevante. De esto no se libra hasta un territorio de natural tan poco emprendedor de grandes eventos como es Andalucía, en donde por mor del impulso turístico ya tenemos overbooking de festivales en muchos fines de semana veraniegos, e incluso somos pioneros del modelo de ciclos de conciertos, al modo de lo que fuera en los años ´80 el Cita en Sevilla.

Ahora viene lo más difícil..

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